jueves, 5 de julio de 2012

Ideología y memoria histórica (2)

Hay un video posteado en la página del periódico Reforma del día de ayer 4 de julio donde se entrevista a asistentes a un acto proselitista del PRI. Sabemos que de este tipo de actos existe una innumerable cantidad de material en la red. Durante una de las entrevistas, transmitida según el diario por la televisión francesa, la reportera pregunta a una de las asistentes sobre las recompensas otorgadas no solo durante el acto de campaña sino en la afiliación de la mujer a los programas que organiza el partido en colonias marginales. Ante la pregunta de si era correcto o no militar y recibir apoyos, la señora contesta "...la verdad sí porque como yo vivo sola no tengo, o sea a veces tengo trabajo, a veces, o no tengo, entonces por eso..." (http://m.youtube.com/#/watch?v=97LDqYkwcgw)

Declaraciones previas en el mismo video sobre la forma de acarrear gente, dejan escuchar que dichas actividades son normales entre los participantes.

¿Qué indican pues esas declaraciones? Es cierto, en algún sentido, que la ideología es una especie de dominación ejercida desde arriba por parte de quienes ejercen mayor cantidad de poder con una capacidad enorme de mover gente y recursos, pero es también algo naturalizado que se despliega abajo, en la vida cotidiana de la mayoría de las personas que carecen de tales influencias y recursos. ¿Qué esconde, pues, la naturalidad de las declaraciones de las entrevistadas y de los organizadores que a pregunta expresa niegan haber entregado recursos a los asistentes? ¿No es asimismo graciosa la forma en que los acarreados celebran las palabras de los oradores como si acordaran la democracia y la rectitud del partido que rechaza las prácticas fraudulentas en el discurso?

Este doble espectáculo indica parte, a mi parecer, de lo ocurrido en el proceso electoral previo. A mi entender, se ha descuidado el trabajo necesario que puede salir al asistir a estos eventos y hablar con la gente que, al menos en número y quién sabe si en la solidaridad que les da la condición de marginados, dobla con facilidad la cantidad de muchas acciones colectivas como las organizadas por los estudiantes del 132 y los sindicatos como el SME. Al menos, este trabajo de entendimiento resulta de más valor en definitiva que las conferencias de académicos que sabe dios desde cuándo se sienten con la legitimidad de opinar públicamente sobre cualquier tema en nombre de reivindicaciones absurdas, desatendiendo el trabajo político que desde ese sector es necesario para con quienes pagan su sueldos.

Ahora bien, entender las prácticas ideológicas necesarias de cambio implica hacer a un lado por un momento, que no es lo mismo que excluir, la carga valorativa que le otorgamos a la política como práctica cotidiana. Es así que mientras consideremos a la gente acarreada como víctima del sistema o como cómplice alienada a la luz de la política vista como el deber ser que hace de la corrupción algo reprobable, nuestras energías estarán, creo, mal enfocadas o proclives a la desilusión.

¿No resultará acaso más rico para entender realidades como el proceso electoral acudir a un pensamiento histórico más profundo? Me explico. A la gente que justamente reprobamos por el cinismo dominante característico de su práctica habrá que seguir achacándole, acudiendo a su propia historia, la manera perversa u opaca de su dominación. No es sólo recordar que el PRI nunca se fue gracias a su control casi secular de gran parte del territorio, sino tener en mente que el resto de la clase política, distribuida en partidos que más que defender posiciones de izquierda o derecha luchan por mantener un dominio pragmático en su ejercicio ideológico, es asimismo producto de esos arreglos de familias o camarillas.

Unos ejemplos entre tantos otros. Las recientes alianzas en elecciones locales entre el PAN y el PRD, la presencia en el equipo de AMLO de gente cercana al justamente reprobable Salinas, la reconciliación del ala clientelar y tecnocrática en el PRI, el apoyo de Fox a Peña Nieto -que choca con el discurso antipriísta del primero durante su campaña en 2000-, la impunidad de Mario Marín o de Ulises Ruíz quienes brillan por su ausencia, las acusaciones entre los contendientes a la presidencia durante los debates que, de ser ciertas, harían de todos unos criminales, son muestras de un modo antaño de ejercer las cosas. Porque, ¿no es esta clase de cinismo un romperse la madre públicamente mientras se pacta en privado, reconociendo errores graves en unos casos o simplemente ignorándolos en otros sin tener ninguno la mayor trascendencia porque a ojos de todos este cinismo es normal en ellos y medianamente cotidiano en nosotros?

¿Olvidan u olvidamos que al momento de hacer alianzas se consiente el asesinato en masa e impune de perredistas durante el mandato de Salinas al cual el PAN secundó?, ¿Qué le parece a Fox su apoyo a la figura que representa el retorno a la presidencia de lo que tanto reprobó?, ¿qué piensa AMLO cuando guarda silencio sobre las atrocidades llevadas a cabo por Sabines, a quien apoyó, contra los pueblos indígenas en Chiapas? De Peña Nieto sabemos bien la parentela con el priísmo más cauto y disciplinado de Atlacomulco que en su dominio trae consigo las amenazas del autoritarismo y el crimen, de Josefina el cinismo operado con Elba Esther y de Quadri el neoliberalismo a ultranza asomado en sus pobres ideas.

Respecto a las bases de militantes, a los operadores políticos y a los criminales medios que operan en las gubernaturas, los distritos electorales y los comités territoriales, queda mucho por decir, ya que dichos minifundios o minipresidencialismos aún son poco estudiados o enfocados en luchas bien articuladas y duraderas.

Finalmente, en cuanto a los acarreados y los contratados por los partidos, como aquellos que colgaban mantas en las calles o repartían propaganda por cien pesos diarios que, a decir de uno de ellos, nadie más estaba interesado en darles, habrá que atribuir una responsabilidad diferente, dado que la ideología opera a otro nivel, reproduce otras prácticas y ayuda a estructurar relaciones sociales de mayor complejidad que la simple victimización sistémica o el juego cómplice al poder que muchas veces se les atribuye.

De manera particular, es positiva la perspectiva larga que los chavos del yo soy 132 están proyectando en su actuar colectivo, cuyos peligros de sectarización o ruptura están todavía latentes. El reto es, a mi parecer, no solo refrescar las demandas democráticas presentes desde los movimientos de 1968, de los años ochenta tanto en la Universidad Nacional como en el movimiento urbano popular o campesino, del alzamiento zapatista de 1994, de la huelga de 1999 o de los incansables normalistas a quienes no siempre se les reconoce en su dimensión justa, luchas que hasta hoy no le dieron la vuelta al círculo o lograron la consecusión de libertades emancipatorias dada la cooptación o radicalización infructuosa de muchas de ellas, sino regresar al trabajo político de base, a la vinculación sectorial y comunitaria y al pensamiento profundo de su papel histórico apoyado en la memoria de ese conjuto de acciones.

lunes, 2 de julio de 2012

Ideología y memoria histórica (1)

¿Por qué la ideología y la memoria? La pregunta es en inicio arbitraria respecto al objetivo de este espacio. Contribuir al cambio gradual, generacional y de larga monta seguramente, implica repensar algunas cosas que son dadas por hecho, naturalizadas aquí o asumidas acríticamente allá. La ideología es la primera de éstas. Es así que pese a lo discutido del término, me parece que un punto de inicio útil es cosiderar esta palabra a partir de una serie de rasgos característicos que convocan a reflexionar sobre parte de nuestro presente, hoy enfatizado por la coyuntura de la alternacia política en puerta tras las elecciones de ayer domingo que dieron la victoria al candidato del PRI conocido casi por todos.

Sintetizando un cúmulo de pensamientos al respecto, según las simpatías propias, el término ideología es: a) la relación entre una expresión y sus condiciones materiales de posibilidad, cuando se consideran dichas condiciones a la luz de ciertas luchas de poder centrales para la reproducción de toda forma de vida social (Eagleton, 1997); b) una construcción que funge como soporte a nuestra realidad: una ilusión que estructura nuestras relaciones sociales reales sobre un fondo traumático (Zizek, 2008); c) una formación heterogénea con conflictos entre sus elementos que tienden a renegociarse y resolverse continuamente (Eagleton, 1997); d) una formación con un polo dominante que recoge dos contenidos particulares: el propio y el de la oposición, generalmente el de la mayoria dominada (Zizek, 2008); y e) un proceso opaco e inconfesable que tanto se enmascara en la denuncia proyectada hacia el otro como incide en los efectos sobre la comprensión social del mundo distorsionando la realidad, legitimando el sistema de poder prevaleciente e integrando el mundo común mediante sistemas simbólicos naturalizados en nuestro hacer (Ricoeur, 2000).

A partir de estos apuntes medianamente conciliables entre sí, será importante operar un término mínimo que, pese a los riesgos de esta maniobra, nos ayude a pensar el mundo de manera distinta, teóricamente, al menos en principio. Porque, ¿no es el pensamiento de la realidad, cualquiera que esta sea, una operación que parte siempre de una pregunta con un indicio de respuesta ya concebida?; como apuntan quienes saben de psicología genética: ¿no nos preguntamos algo sin ya tener previamente una respuesta tentativa sobre ello? ¿No es pues importante enriquecer ese fondo político que nos permite aventurar una respuesta sobre las preguntas del por qué una figura fantasmática que en apariencia se había ido regresa hoy con más fuerza? ¿Por qué, entonces, del PRI se dice que hoy regresa? ¿No acaso siempre estuvo latente y agazapado en sus gobernadores, ex miembros distinguidos y funcionarios tanto del CEN como de sus comités, quienes continuamente renegociaban los espacios para su nueva emergencia? ¿No el sueño de la alternacia y la pesadilla del narcotráfico escondieron, en parte, lo insoportable de la presencia de un partido que nunca perdió su fuerza territorial y administrativa en sus municipalidades y gobiernos estatales como los del norte, Veracruz o el Estado de México? Más aún, la añeja clase política mexicana, pragmática como ella misma, ¿no recogió el discurso de la consolidación democrática, la transparencia y la importancia de la vía tanto pacífica como institucional -que sobradamente desde ayer se cacarea en el ámbito nacional e internacional- de las luchas civiles que desde los años sesenta del siglo pasado emergieron en la escena pública?

Al juicio de quien escribe, a partir de estas interrogaciones nada mayores, lo preocupante es la naturalidad de esta vida social que se sabe en bocas comunes y corrientes, que hablan un lenguaje distinto de jóvenes o sectores sociales de una entidad que no es para nada representativa del país, a quienes se les ha olvidado que el distrito federal no es México y que los movimientos valiosos, cuyo reto principal será la continuidad organizativa y de movilización tras su radicalización sectaria que posiblemente les cerró puertas, no son las primaveras que nunca fueron en sus lugares de origen. En este sentido, ¿no están muchos países de África como Egipto cerca de las dictaduras militares con facha burocrática? o ¿no es el Estado español un barco a la deriva en el mar de la crisis bajo el timón de un gobierno conservador que contestó con mayor precarización a los jóvenes que valientemente tomaron los calles bajo los apellidos "M"?

Sobre el panorama, será útil considerar que lo que hace a éste posible no es sólo la dominación opaca que integra demandas reciclándolas bajo un operativo político y territorial tan añejo como los años de 1915, sino la naturalidad de una vida social que hoy día necesita ser removida mediante el trabajo político de base, la organización y un pensamiento de larga duración que sitúe los sueños revolucionarios en su lugar, al nivel de las iniciativas concretas, la vigilancia de la política institucional y el resarcimiento que invita a pensar lo político como una actividad vital cotidiana que implica el rescate de la memoria histórica, entre otras cosas.


Preámbulo sobre ideología y memoria histórica

Antes de comenzar el soliloquio inicial respecto a la relación de estos temas (ideología y memoria histórica), va este video a manera de expresión ejemplar del panorama general sobre el cual se inscribirán las palabras venideras al respecto. Disfrútenlo (pese al coro de fondo).

http://www.youtube.com/watch?v=HdyMV1AKHGg

domingo, 1 de julio de 2012

¿Qué sigue ahí?

En efecto, todavía no se ha ido. Las elecciones para presidente este 2012 forman parte de la evidencia que indica que la maquinaria puesta a andar desde al menos 1915, sigue ajustándose. El triunfo fáctico del hombre con dos dedos de frente y veinte de copete señala que el PRI nunca se fue, que es un aparato vetusto que, como hace seis años hizo con el caso Calderón, operó políticamente en el norte tanto con sus gobernadores como con sus senadores a favor de una fuerza hecha de intereses camaraderiles y familiares, desplegó una movilización territorial enorme de compra y coacción de votos y disciplinó a sus miembros alrededor de una figura cuyo rasgo más peligroso es la idiotez. No es de extrañar que las denuncias a las parentelas y maneras de hacer equiparen a Peña Nieto con el alma vieja del priísmo, esa de la disciplina partidista, clientelar y corporativa que echa mano de las balas y los brazos engarrotados para acercarse a la sociedad civil, una esfera que más que despierta y crítica, representa hoy un compuesto heterogéneo con una consciencia histórica ensombrecida, hoy día alentada tanto en los cambios de calendarios oficiales como en la percepción animosa de los puentes vacacionales como el festejo de la memoria por la memoria misma y no como el pensamiento crítico que nos hace responsables ante los caídos en nuestro presente. Más que compartir el espíritu festivo y revolucionario de las juventudes, comparto el temor al autoritarismo en puerta, cuestión que obliga a la guardia que convoca a mirar reflexiva y comprometidamente hacia atrás, no a la denuncia de una figura, sino de un modo de hacer viejo del cual participamos todos.

A propósito de este espacio

"Quien habla de revoluciones, políticas o culturales, antes y después de 1917, casi siempre se dejó engañar por una metáfora poco clara de movimiento. En ningún momento la fuerza del siglo se cifró en la revolución. En ninguna parte se cambian los lugares arriba y abajo; nada que estuviera a la cabeza se puso a los pies; en vano se buscaría un comprobante de que los últimos se volvieran en alguna parte los primeros. Nada se revolucionó, nada se dio la vuelta en el círculo. Por el contrario, en todas partes se llevaron a primer plano cosas pertenecientes al trasfondo, en frentes innúmeros se fomentó la manifestación de lo latente". Peter Sloterdijk.